Venezuela y yo:


Venezuela y yo

La respuesta a la pregunta siempre es la misma: “Ni empedo” (sic) –que es literalmente ‘ni borracho’, pero figurativamente es el equivalente a decir ‘ni loco’-. La pregunta te la hacen al menos una vez por semana, dependiendo del grupo de amigos o conocidos que frecuentes: “¿Si cambia el gobierno vuelves a Venezuela?”. De un tiempo para acá respondo a propósito “en argentino”. No, ni loco. Ni ‘en pedo’.
Tengo una relación amor/odio con Venezuela, lo admito, creo que es hasta normal. De hecho salí de ella antes que el el 95% de 3,7 millones (según ACNUR) de exiliados/refugiados que tuvieron que huir en los últimos 3 años. También es cierto que salí en “otra circunstancia”, y que mi experiencia migratoria se alargó y finalmente se hizo permanente, por la situación en la que cayó Venezuela.
Pero mi punto es otro.
Mi punto es que de hecho salí de Venezuela para ver otra idiosincrasia, para vivir en otro lado, porque nunca estuve completamente a gusto allá. En Venezuela reina la mediocridad, y las ganas de saltarse todas las reglas, hacerse “el vivo”. La competencia, o la búsqueda de excelencia es casi un pecado.
Obviamente hay excepciones, pero no son más que la prueba que la regla existe.
Ahora, luego del desastre, me toca escuchar a mis compatriotas quejándose aquí de todo lo que no es como Venezuela. Describiendo una versión edulcorada de un lugar que nunca existió, porque obviamente a todos los desplazados tienen una versión en la cabeza de la ciudad/país que no es verdad. Que la comida no es la misma, que hace frío, que hace calor, que hay mucho tráfico, que trabajan mucho… Exigen más que en Venezuela.
Nos convertimos en una cultura terriblemente egocéntrica (me incluyo en este punto), donde todos los acontecimientos del mundo deben ser evaluados desde la perspectiva de “cómo influye” en Venezuela, e incluso algunos en tonos más atrevidos, exigiendo a otros países “¿por qué no hacen esto o lo otro?”.
Si ya éramos una cultura asquerosamente pacata, homofóbica y doble moral, ahora somos eso además de hiper sensible con “el tema Venezuela”, con ‘denuncias’ en todos lados de xenofobia, o de chistes que hieren nuestro amor patrio.
Con el cuento de “no sé por qué nos pasó eso” a “nosotros que éramos tan buenos”, que “recibimos a todos con los brazos abiertos”.
Un país no cae en desgracia de un día para otro. Es decir, esta vejación en la que está Venezuela se viene cocinando hace, incluso antes, de los 20 años del chavismo. Pero los venezolanos, en su mayoría, eligieron una y otra vez este camino que nos trajo hasta aquí, e ignoraron a todos los que tímida o enfáticamente decíamos lo contrario.
Creo que es hora que comencemos a asumir nuestras responsabilidades y como sociedad hacer una autocrítica profunda, de por qué estamos donde estamos y cómo llegamos ahí, y sólo una vez hecha podremos pensar en tener un futuro promisorio.

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