Jefes tóxicos


Mira lo que es tener un jefe tóxico.
Simon Sinek, uno de estos enterpreneur/hablador motivacional/gurú tecnológico dice: “No renunciamos a malos trabajos, sino a malos jefes”. Más allá que yo no estoy especialmente metido en esto de la motivational-bs, no puedo evitar darle la razón.

En el mundo en el que vivimos, que si tienes la suerte de tener un trabajo formal estás metido al menos 9 horas diarias con un poco de extraños en una oficina.
Por ello la influencia del “jefe” como figura de autoridad es definitivamente un ícono en nuestra cultura. 
Obvio que hay jefes buenos, pero la verdad todos tenemos en la mente fijados el arquetipo de “jefe hijo de puta”, ¿por qué? ¿hay que necesariamente ser un hijo de puta para llegar a ser jefe? ¿o simplemente somos unos inconformes que nos quejamos de todo? La verdad no lo sé, pero sí puedo compartir es mi experiencia con un jefe tóxico, con todas las letras.
Para no comprometer a nadie lo llamaremos de ahora en adelante el Señor Joquín R., o no no, mejor Señor J. Romero, para que no sea tan obvio.
La verdad tener al señor J. de jefe fue una pesadilla cada vez más insostenible. En primer lugar porque no conseguía otro trabajo para poder renunciar, y en segundo por su monstruosificación (sic) progresiva. Voy a enumerar 3 aspectos que me marcaron y que de ahora en adelante son “red flags”.
Falta de confianza: El señor J. obsesivamente te chequeaba al menos unas 6 veces diarias a ver por encima de tu hombro qué estabas viendo en tu PC. Más allá que él para intentar hacerlo “juguetonamente” llegaba corriendo o pegando brincos como un imbécil, el efecto era el mismo: El tipo quiere chequear qué haces, cómo “te organizas”, en que “pierdes el tiempo”.
Destructor de autoestima: En un momento que la situación había “mejorado” un poco, igual seguía buscando oportunidades de cambiar de trabajo. En mi trabajo anterior te enviaban “oportunidades internas” para que si querías cambiar de aires buscaras otra área dentro de la misma empresa y te cambiaras. Cuando le comenté al Señor J. que había evaluado postularme a una posición que me interesaba mucho, literalmente usé las palabras “trabajo ideal”, el Señor J. me respondió: “ya tienes 30 años, de verdad crees que te van a tomar? No estás en edad para estar soñando”.
Keeping Score: Para el Señor J. todo era un juego de números. “Mira este aumento  que te conseguimos (el aumento que le daba la compañía a todos), de tanto porciento, no le digas a nadie”, “mira todo lo que hemos hecho por ti”, “si estuvieras en Venezuela ¿cómo estarías?”.
¡Estas son por nombrar sólo algunas! Como ven estaba inmerso en una especie de relación abusiva desde lo psicológico. No hay dinero que valga la salud mental, ojalá que si se dan cuenta desde antes y pueden evitarlo, lo hagan, no hay dinero que valga la salud mental.

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